LITERATURA

Manuel María de Arjona.

Retablo Colegio Mayor
Santa María de Jesús (Sevilla)

Manuel María de Arjona y Cubas

Durante el reinado de Carlos III (1759-1808) se impulsa una transformación de los gustos literarios, en busca de una reforma completa y modernización de todas las cuestiones que les afecten. Esto ocurre tanto en la prosa como en la poesía. Es en este último campo donde aparecen dos grandes grupos de autores hasta el final del siglo XVIII: los autores del llamado «grupo salmantino» – Meléndez Valdés, Manuel José Quintana, Cienfuegos, J. N. Gallego -; y el llamado «grupo sevillano», entre los que destaca Alberto Lista, José Marchena, José María Blanco White y Manuel María de Arjona. Este movimiento cultural sevillano y su disposición a dinamizar la cultura en todas sus facetas literarias provoca la constitución en 1793 de la Academia de Letras Humanas de Sevilla.

Manuel María de Arjona nació en el pueblo sevillano de Osuna en el año 1771, y ejerció diversos cargos importantes en su condición de sacerdote. Así fue colegial mayor de Santa María de Jesús, de Sevilla; doctoral de la Real capilla de San Fernando de la misma ciudad y canónigo penitenciario de la catedral de Córdoba. Fue en esta última ciudad donde, en 1810, impulsó la fundación de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras de Córdoba.

 

Ábside de la Real Capilla de San Fernando (Sevilla)

 

En 1797 acompañó al arzobispo de Sevilla, Despuig y Damato, en su viaje a Roma, y fue nombrado por el papa Pío VI su capellán secreto supernumerario. En 1818, en Madrid, fue consejero de Fernando VII; muriendo en esa misma ciudad en el año 1820.

Como autor escribió numerosos escritos de diversos argumentos, y articulista en algunos periódicos de la época. En el campo poético generó obras de gran interés como el Himno a Venus, La diosa del bosque, Pastorcito del alma, consiguiendo su máximo lirismo en el poema Las ruinas de Roma.

Fue un poeta emotivo, con resonancias a la escuela neoclásica; como bien dijo Menéndez y Pelayo «Entre todos sus compañeros de la Academia sevillana, Arjona fue quien más veces acertó con el clasicismo puro».

 

 

 

La diosa del bosque (fragmento)

¡Oh si bajo estos árboles frondosos
se mostrase la célica hermosura
que vi algún día de inmortal dulzura
este bosque bañar!.
Del cielo tu benéfico descenso
sin duda ha sido, lúcida belleza;
deja, pues, diosa, que mi grato incienso
arda sobre tu altar.
Que no es amor mi tímido alborozo,
y me acobarda el rígido escarmiento
que ¡oh Piritoo! condenó tu intento,
y tu intento, Ixión.
Lejos de mi sacrílega osadía;
bástame que con plácido semblante
aceptes, diosa, en tus altares, pías,
mi ardiente adoración.

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