Colaboración enviada por José Luis López López, socio nº 1528 de Apoloybaco.
Seguro que quienes fundaron nuestra benemérita y alegre asociación tuvieron muy en cuenta que, como cualquier otra cofradía, su nombre debía reflejar su naturaleza y objetivos. Y nada mejor para ello que denominarla con la apelación de sus figuras titulares -o, si se prefiere, sus divinidades tutelares-, en este caso Apolo y Baco, ilustres miembros del panteón romano. “Panteón” -del latín Panthĕon, y este del griego Πάνθειον, Pántheion: ‘todos los dioses’-, en la segunda acepción del Diccionario de la Lengua Española (‘Conjunto de divinidades de una religión o pueblo’, acepción más culta que la primera, más usual, ‘Monumento funerario dedicado al enterramiento de varias personas’, p. ej. Panteón de Sevillanos Ilustres). El Panteón, en ese sentido, es un término que se refiere a los mitos o religiones politeístas: hinduismo, Grecia o Roma clásicas, mitología germánica o nórdica, etc. En nuestro caso, por motivos culturales y lingüísticos, tomamos como referente a la antigua Roma, sin olvidar que los romanos se inspiraron, en muchos casos, en la Grecia aún más antigua.
No significa esto que esta asociación sea politeísta o “pagana”. Si algo la caracteriza, por el contrario, es su pluralidad y libertad en cuanto a creencias u opiniones, de modo que aquí cabe cualquier persona, sin discriminación de ningún tipo. La apelación a -y el patronazgo de- Apolo y Baco tienen un significado simbólico y literario, presente en la cultura española y occidental desde el Renacimiento, si no antes (recuérdense Cervantes o Velázquez). Porque Apolo (gr. Ἀπόλλων, ‘Apollon’; lat. Apollo) representa a la música y las bellas artes (recuérdese el cortejo de la nueve Musas que lo acompañaba), así como la claridad y la armonía; en definitiva, la luminosidad del Sol. En cuanto a Baco (Bacchus), es la versión latina del griego Dioniso (Διόνυσος), dios de la fertilidad, el vino, el éxtasis, la fuerza vital, el ímpetu y el arrebato. De la contraposición entre la pareja Apolo/Dioniso vienen los adjetivos apolíneo y dionisíaco, aunque hay que decir, para evitar malentendidos, que la oposición o ‘contradicción’ entre estas dos potencias no las hace incompatibles, sino dialécticamente ‘copertenecientes’ la una a la otra, en una visión que no es unidimensional, plana, sino profunda, entretejida y global. Los mismos griegos pensaban que se trataba de dos cualidades complementarias, ya que ambos dioses son hermanos: como la cara y la cruz de la misma moneda.
Por tanto, Apolo (así llamado tanto en Grecia como en Roma, aunque en esta última se le llamó también Febo, en latín Phoebus) y Dioniso (griego)/Baco (romano) se presentan como fuerzas ‘enfrentadas’ pero, al mismo tiempo, ‘entrelazadas’, lo que, aplicado a nuestra asociación, quiere decir que la ‘serenidad’ y el ‘entusiasmo’ no solo no se estorban entre sí, sino que se enriquecen mutuamente, en un proceso de retroalimentación. Esto se percibe claramente en los ámbitos que establecieron inicialmente los fundadores: la cultura de los vinos, la literatura española y la música de jazz. Que estos espacios se hayan ampliado posteriormente a la gastronomía es una muestra de que una iniciativa de amigos como esta puede expandirse a otros campos del saber y del disfrute, en la medida en que aparezcan colaboradores nuevos y se detecten nuevos campos de actividad, siempre a tenor de lo que establezcan los Estatutos. Por ejemplo, la literatura española se ha ampliado a literatura en general. Del mismo modo, la música de jazz podría extenderse a otros géneros musicales, de la clásica al flamenco. En general, se podría decir que la asociación está abierta a un crecimiento voluntario, orgánico y sostenible, en el que los pilares, expresados sintética y metafóricamente en los nombres de Apolo y Baco, son la sabiduría -el conocimiento– y el amor a la vida.
Que así sea, por largo tiempo.
José Luis López López.