Rutas Gastronómicas por los barrios de Sevilla: Centro urbano – Alfalfa. |
Calle Boteros, 33. 41004 Sevilla. |
Relación calidad-precio:
Presentación: Cocina: No hay Servicio: Tapa destacada: No hay. Sólo cerveza. Otras tapas: No hay.
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Mala Aceptable Buena Muy Buena Excelente |
Escondida y camuflada entre callejones de los alrededores de la Alfalfa, en la calle Boteros esquina con Alhóndiga, abre sus puertas, nadie sabe cuando, ni a que hora abre, ni mucho menos a que hora cierra, uno de esas tascas con sabor a rancio, despojada de todo atractivo, lúgubre, descuidada y polvorienta que responde al nombre del apodo con el que todo Sevilla la conoce: la taberna de Pepe el Muerto.
No hay nada exteriormente que la identifique. Ni luces de neón, ni un sólo cartel anunciando la existencia de un bar y ni siquiera en su portal existe una numeración con la que poder identificarla. Pero detrás de unas viejas persianas grafiteadas, desvencijadas y polvorientas, deslucida y sin oler una mano de pintura desde hace siglos, sin atractivo alguno, ahí detrás de esa impersonal esquina se esconde la taberna de Pepe el Muerto, uno de los personajes más entrañables de Sevilla y del mundo tabernario y una tasca de culto entre varias generaciones de sevillanos.
El Bar de Pepe el Muerto viene a esta sección exclusivamente por su magnifica cerveza. Fría siempre y muy bien tirada, sus clientes buscan con perseverancia esa Cruzcampo tirada con mucho arte por un tabernero de los de antiguo. Sin prisas y sin aspaviento. Nadie sabe como, pero cuando Pepe el Muerto abre sus puertas, insistimos, sin horarios preestablecidos, no pasa más de media hora de ver el local lleno. Y si tardan un poco más de la cuenta, se lo pueden encontrar cerrado. Su aspecto echa para atrás, porque a lo viejo y rancio del local, se une la suciedad en forma de telarañas en paredes y estanterías. La cartelería mugrienta se confunde con las paredes, pero nada de eso importa a su numerosa clientela que ve recompensada esa falta de limpieza por el placer de beber una cerveza extraordinaria, tirada muy bien, en unos vasos, eso si, brillantes y limpios.
La taberna de Pepe el Muerto es cita obligada para el adicto a la Cruzcampo. No importa que las paredes estén mugrientas, o que el ventilador esté lleno de polvo, o que la barra se caiga de vieja o sus azulejos blancos amenacen con caerse, lo que importa es la cerveza. Pepe, personaje peculiar, cuando está cansado de trabajar (y eso puede pasar a las dos horas de abrir) anuncia que se han acabado los vasos y se acabó: el bar cerrado.
Los últimos en salir son siempre sus clientes más antiguos, aquellos que se acomodan en la puerta Sur de la taberna, donde Pepe pasa casi todo el tiempo. Además de la cerveza, la taberna de Pepe el Muerto es conocidísimo por los jóvenes sevillanos que se van de marcha y encuentran, a cualquier hora de la madrugada, la posibilidad de tomarse la ultima copa de la noche (son famosos entre los jóvenes los cubatas de coñac Terry, de Ron Bacardí y de Ginebra Rives a dos euros de Pepe el Muerto).
Ojo, si necesitan ir al servicio tendrán que pasar por debajo del mostrador hacia el interior de la taberna, y allí, ojo avizor, estará Pepe (no le gustan que le llamen el Muerto) mirando por el rabillo del ojo el culo de las féminas, su verdadera y oculta afición. Y no vayan en Semana Santa porque salvo una par de horas o tres el lunes, martes y miércoles santo, los demás días está cerrado porque el jueves sale en los Caballos, el viernes en San Isidoro, y el sábado y domingo son sagrados.