Entendemos por poesía épica aquellos versos destinados a cantar las hazañas de un héroe o de una colectividad, que se cultivó en Europa durante la Edad Media (siglo VIII hasta el XV).
Sobre los orígenes de la épica, existen fundamentalmente dos teorías: los denominados tradicionalistas defienden el origen de la épica en el Mester de Juglaría (el oficio de los juglares). Los juglares, en el repertorio de cantos que realizaban para entretener y divertir a la gente en actuaciones públicas, tanto en las plazas, las romerías, los lugares recreativos del momento, o los atrios de las iglesias, incluían el cantar de las hazañas de un determinado personaje del momento o histórico, o de un pueblo. Estos modos de diversión pública ya tenían lugar en la antigüedad clásica o entre los musulmanes, con figuras similares a la de los juglares. Los tradicionalistas opinan que son las prácticas juglarescas -herederas de las tradiciones clásicas y antiguas- las que provocan la aparición de la literatura neolatina y, como consecuencia, de la épica. El juglar es entendido como poeta y, al mismo tiempo, intérprete de la obra, y conocedor de la técnica literaria como parte de su formación cultural. Es decir, el término juglar para nada es sinónimo de inculto, sino de diversión.
Como contrapartida a los tradicionalistas están los individualistas, quienes defienden el origen de la épica en el Mester de Clerecía (el oficio de los clérigos). Los clérigos eran los hombres poseedores de la cultura -en el sentido más amplio de la palabra- de la época y, por lo tantos, tenían la posibilidad de conocer los hechos históricos y reflejarlos por escrito (hecho que ocurre algo más tarde). Los individualistas creen en que son autores concretos los iniciadores de los poemas épicos, y no una colectividad. No dudan de que los clérigos utilizaran a los juglares como medio de difusión de la cultura.
Es necesario señalar que, sea su origen juglar o clerical, las intenciones que tuvieran cada uno de ellos -dado sus oficios- debieron ser distintas: el juglar, divertir; el clérigo, adoctrinar.
El juglar, como profesional de la diversión, actuaba frente a públicos de distintos tipos y niveles culturales, lo que provocaba que los poemas memorizados debía adaptarlos en cada momento, en un sentido orgánico de la creación, para ser aceptado por los espectadores, y no sufrir el rechazo. Esto implica que estos poemas no tenían, en sus principios, ni la uniformidad ni la conservación que tiene la literatura actual. Los poemas épicos estaban afectados tanto por la renovación continua como por las tendencias y modas literarias de cada instante, hasta que empezaron a aparecer los primeros documentos escritos de los mismos (aproximadamente en el siglo X).
El clérigo buscaba el adoctrinamiento utilizando leyendas e historias, en su afán de la atracción de los peregrinos y fieles a sus pensamientos. Existieron, incluso, clérigos vagabundos, juglares, que iban de boca en boca alimentando esta práctica de la publicidad de la poesía épica.
Probablemente ninguna de las teorías fueran erróneas y se produjera una coexistencia de ambos orígenes, que generaron el nacimiento de este arte románico, cuyo conocimiento y disfrute es esencial para todos aquellos que quieran conocer el nacimiento de nuestra literatura.
Cantar de Mío Cid
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I vencio esta batalla por o ondró su barba,
prísolo al comde, pora su tienda lo levava;
a sos creenderos guardar lo mandava.
De fuera de la tienda un salto dava,
de todas partes los sos se ajuntavan;
piogo a mio Çid, ca grandes son las ganançias.
A mio Çid don Rodrigo grant cozínal adobavan;
al conde de Remont non gelo preçia nada;
adúzelen los comeres, delant gelos paravan,
él non lo quiere comer, a todos los sosañava:
«Non combré un bocado por quanto ha en toda España,
antes perderé el cuerpo e dexaré el alma,
pues que tales malcalçados me vençieron de batalla».
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La estructura básica de los poemas épicos, a nivel argumental, solía ser el enfrentamiento entre dos grupos de personajes: el protagonista (o protagonistas) y el antagonista (o antagonistas); enfrentamiento que se producía principalmente por motivos religiosos, de ley o morales.
A nivel del estilo utilizado, el formulismo de la poesía épica no pretendía que el autor, o expositor, se mostrara original o no se reiterara en la exposición de la obra, sino que su estilo, las fórmulas utilizadas para su composición, pretendían desde el principio marcar la expresión que hiciera ver a los oyentes, los espectadores que estaban escuchando un poema de corte épico, y no otro tipo de poema. Por lo tanto, los poemas épicos eran compuestos para ser recitados oralmente por los juglares, los cuales tenían determinadas frases melódicas que utilizaban para marcar los diferentes ritmos que exigiera cada instante; era la salmodia de los versos. La recitación de los versos era, evidentemente, de distinta forma dependiendo del juglar que los recitase y del lugar donde se realizase la recitación. En el caso de los poemas largos, la recitación se realizaba por trozos, interrumpidos para la petición del dinero, o incluso de un día para otro, manteniendo en vilo al espectador, que se hacía cómplice en el juego poético.
Invocación del Juglar
(Poema del Mio Cid)
Por vosotros, los señores, los que en castillo moráis
por vosotros, los burgueses, los que vivís en ciudad,
por vosotros, pueblo llano, hartos ya de trabajar,
por las mujeres y niños, que rondan por el ferial,
por estos y por los otros, por los de aquí y de allá,
vecinos y forasteros que vinisteis al lugar,
sin distinción, para todos comienza aquí mi cantar. |
Los primeros documentos escritos de cantares de gestas aparecen aproximadamente a comienzos del siglo XII en Francia. Sobre los orígenes de los cantares de gestas existe la misma «polémica» que en la literatura épica y, por lo tanto, las mismas teorías antes expuestas.
Los tradicionalistas apuestan por el origen de los cantares de gestas en la épica francesa, en las pequeñas canciones épico-líricas llamadas cantinelas, compuestas por los propios guerreros como breve crónica de los sucedido en los campos de batallas. Los juglares, a partir del siglo X, aglutinan, agrupan estas canciones, componiendo lo que posteriormente se conocería como cantares de gestas.
Los individualistas insisten en su idea de que los cantares de gestas pertenecen o se originan en autores concretos, con intenciones fundamentalmente doctrinales hacia los peregrinos; leyendas y hechos históricos que utilizan los clérigos para ennoblecer sus ideas y los lugares sagrados de peregrinación.
Existe una tercera teoría neotradicionalista, basada en la idea de que fueron los visigodos, en el siglo V, quienes trajeron a la Península Ibérica una serie de epopeyas de carácter noticiero o histórico, y de las cuales no quedan muestras en la actualidad, debido a su pérdida física en el tiempo por diversas causas (tipo de pergamino utilizado, desuso de las letras visigóticas…).
La literatura francesa posee una extensa representación de este género (la Chanson de Roland, la Chanson de Guillaume y el Voyage de Charlemagne, y un centenar de poemas épicos más). Si embargo, la literatura española conserva un inventario realmente pobre de estos tipos de textos; tanto, que sólo el Cantar de Mío Cid sirve para representar el periodo de madura creación del género. La literatura española no resultó, pues, afortunada en la conservación de su legado épico medieval en lengua romance; no hubo una situación favorable para que se copiasen en número suficiente los Poemas para que se preservaran, y los manuscritos que existieron se perdieron. Pocos son los textos que llegaron a nuestras manos. Además del mencionado Canta de Mío Cid, podemos nombrar el Cantar de Fernán González, La Condesa traidora, el Cantar de Roncesvalle, el Cantar de Bernardo del Carpio, el Cantar del Rey Rodrigo, Infantes de Lara y el Cantar de las Mocedades de Rodrigo.
Se pudo salvar el esquema argumental de algunas partes de los poemas cuando los historiadores los utilizaron como fuentes de información, debido a su grado de veracidad, para las Crónicas (véase la Primera Crónica General, la Crónica de veinte Reyes, la Crónica Najerense, la Crónica Silense, La Crónica Pseudoisidoriana y la Chronica Visegothorum).
Cantar de los Infantes
…
«Beso la cabeça con lagrimas e pusola en su lugar
e la de Gonçalo Gonçalez su fijo el menor fue tomar,
-Fijo Gonçalo Gonçalez, a vos amava mas vuestra madre.
Las vuestras buenas mañas ¿qui las podria contare?:
buen amigo para amigos e para señor leale;
conosçedor de derecho. amavades lo judgar;
en armas esforçado, a los vuestros franquear,
alançador de tablado nunca omne lo vido tale;
con dueñas e donzellas sabiades muy bien fablar
e davades las vuestras donas muy de voluntad
donde erades mas amado que otro cavallero de prestar
meester avia agudo si la primera non levase.
Los que me temian por vos, enemigos seran,
aunque yo torne a Lara, nunca valdre un pan:
non he pariente ni amigo que me pueda vengar:
¡mas me valdria la muerte que esta vida tal!
E en esto comediendo, amortescido se ha,
la cabeça de las manos sobre las otras se le cae,
quando cayo en tierra de si no sabia parte. |
Basándonos en los estudios de Menéndez Pidal, en su obra Reliquias de la poesía épica española, podemos decir que las etapas de la épica castellana son las siguientes.
Primera etapa: Siglo VIII al XI. Relatos juglarescos sobre temas épicos del siglo VIII en torno a la pérdida de España (Cantar del Rey Rodrigo), relatos novelescos del siglo X (Cantar de Fernán González, Infantes de Lara…) y siglo XI (Cerco de Zamora).
Segunda etapa o época de auge: siglo XI al XIII: Se produce el contacto de la juglería castellana con la francesa. Los poemas épicos empiezan a ser más extensos (Cantar de Mio Cid, Cantar de Roncesvalle, Bernardo del Carpio).
Tercera etapa o época de refundición: Mitad del siglo XIII a mitad del siglo XIV. Nuevos temas para los cantares, con dimensiones similares a las de la segunda etapa, aunque comienza a tomarse piezas autónomas de los cantares extensos, y la aparición de los romances.
Cuarta etapa o época de la decadencia: Mitad del siglo XIV y siglo XV. Los poemas épicos cada vez son más extensos y fantásticos. Comienza la tendencia a la novelización (Cantar de las Mocedades de Rodrigo).
Libro de Alexandre
…
Dizien que por saber qué fazién los pescados,
cómo bivién los chicos entre los más granados,
fizo cuba de vidrio con muzos bien çerrados,
metióse él de dentro con dos de su criados.
Éstos fueron catados de todos los mejores,
por tal que non hoviessen dono los traïdores,
ca que él o que ellos havién aguardadores,
non farién a su guisa los malos reboltores. |