Separar la clara en un frasco o vaso o taza. Batir con tenedor enérgicamente (sin romper el vaso). En unos segundos, se nota la clara blanquecina, y distinta. Misión cumplida. Vertemos en una sartén, con bastante aceite, a alta temperatura (180-190ºC). Dos a la vez, no, please. Cuando empieza a cuajarse, poner la yema centrada. Volcar encima de la yema, aceite 2 ó 3 veces.
Solo David Copperfield sería capaz de aumentar tanto el tamaño de un huevo. Ah! El invento no es mío. Es de la época del Quijote. ¡Cuan poco avanzamos, amigo Sancho!
Los textos de esta sección pertenecen a su autor: Ramón Gavin Bustamante y sólo podrá ser usado por expreso consentimiento de este.