LITERATURA

Gutiérrez de Cetina.

 

 

 

Gutiérrez de Cetina

Nació en Sevilla hacia el 1520, aunque algunos historiadores (don Narciso Alonso de Cortés, por ejemplo), datan esta fecha hacia el 1510, en una familia noble y bien acomodada. Fue el primer hijo del matrimonio de Beltrán de Cetina y Francisca del Castillo, el cual tuvo cinco hijas y dos varones más, además de Gutiérrez. De los nueve hermanos, sólo tres se pusieron el apellido de Cetina: Gutiérrez, Beltrán y Leonor; por aquella época el uso de los apellidos era de manera caprichosa, por lo que no era obligatorio utilizarlos siempre de la misma forma. Su hermano Mencía utilizó el de la abuela paterna, Mencía de Alcocer, y los restantes, el del Castillo.

Cuando era joven, utilizó el sobrenombre de Vandalio y cantó amores a una dama sevillana no identificada, a la que llama Dórida. Hacia 1537 se trasladó a Valladolid, donde residía el emperador Carlos V, y allá se enamoró de una dama a la que llamaba bajo el nombre de Amarillida. En 1538 llegó a Italia, como militar a las órdenes del virrey de Sicilia, don Fernando Gonzaga, y participó con él en la fracasada expedición contra Argel en el año 1541, junto a Hernán Cortés. Participó también en aventuras guerreras en Alemania, Bélgica y Francia. Hacia 1545 se volvió a enamorar; esta vez de la joven condesa Laura Gonzaga, la cual contrajo matrimonio, poco años después, con Juan Francisco Trivulcio. Algunos historiadores comentan que el infortunio de este amor le inspiró el famoso madrigal del cual fue autor. En prosa escribió un humorístico «Diálogo entre la cabeza y la gorra«.

En 1546 retornó a Sevilla. Escribió la comedia «La bondad divina«. Se cree que partió hacia México hacia el año 1547, acompañando al Procurador General de la Nueva España, Gonzalo López, el cual estaba casado con Antonia del Castillo, hermana de la madre del poeta. Se supone que en 1535 volvió transitoriamente a España, para luego retornar de nuevo a México. Entre sus amigos predilectos estaban personajes como don Diego Hurtado de Mendoza, el príncipe Ascoli, la princesa Molfeta, Jorge de Montemayor, Jerónimo de Urrera y la condesa Laura Gonzaga Pero. Fue allí donde hipotéticamente encontró la muerte.

En Puebla de los Ángeles, el 1º de abril de 1554, fue gravemente herido por Hernando de Nava al pie de las ventanas de doña Leonor de Osma. Recibió dos cuchilladas en la cara, aunque se dice que lo que realmente pudo provocarle la muerte fue la septicemia que le produjo el lodo donde cayó herido, o el proceso de curación que le instauraron los médico de allá, a base de estopas y huevos, sin coser siquiera las heridas. Hay diversas teorías sobre este suceso: algunos historiadores hacen referencia a que las puñaladas fueron un lance de celos del amante de Leonor contra Gutiérrez, otros que fue un error y las puñaladas no estaban destinadas a Cetina, sino que Hernando de Nava lo confundió con su rival de amores, Francisco de Peralta. El proceso judicial consta en el Archivo General de Indias, de Sevilla, donde se reflejan todas las declaraciones al respecto, aunque no consta la fecha exacta de la muerte del poeta, que se supone hacia el 1557, con aproximadamente cuarenta años.

Cetina compuso cinco madrigales, doscientos cuarenta y cuatro sonetos, once canciones (todas amorosas), nueve estancias, diecisiete epístolas (en tercetos, de carácter autobiográficas, dirigidas a sus amigos), una sextina y una oda, y todos estos poemas fueron recogidas e impresas en Sevilla, en 1895, por don Joaquín Hazañas.

Fue considerado siempre el poeta del amor, yo, a mi modesto modo de entender, le añadiría algo más, lo llamaría el poeta de los ojos, porque ha sido el poeta que mejor ha tratado este tema en la poesía española; la mirada, el encanto del mirar, la forma, la luz de los ojos femeninos, el tiempo, la belleza de la mirada medida con palabras; poemas que una vez leídos, son difíciles, muy difíciles de olvidar.

Escribió algunos poemillas como este.

Bien sé yo que sois graciosos
mas, ojos, para entenderos,
decidme: ¿cómo sois fieros?
si fieros, ¿cómo hermosos?.

Francisco Pacheco le llama «poeta lírico de maravilloso ingenio e invención, de grande elegancia y suavidad, de mucha agudeza y soltura en el lenguaje», en su Libro de retratos; o como el polígrafo colombiano don Miguel Antonio Caro: «es el Homero del madrigal español, no porque hiciese muchos, sino porque nos dejó uno perfectísimo».

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

O este otro, donde se compara la belleza de los ojos femeninos con el sol.

Cubrir los ojos
con la mano que ya me tiene muerto,
cautela fue por cierto,
que ansí doblar pensaste mis enojos.
Pero de tal cautela harto mayor ha sido el bien que el daño,
que el resplandor extrano
del sol se puede ver mientra se cela.
Así que aunque pensastes
cubrir vuestra beldad, única, inmensa,
yo os perdono la ofensa,
pues, cubiertos, mejor verlos dejastes.

Sus modelos fueron Petrarca, Ausias March y Garcilaso de la Vega. Fernando de Herrera reconoció en los poemas de Cetina la precisión y la elegancia del lenguaje, la ternura y los afectos, aunque lamentó la falta de espíritu, brío y vigor de sus sonetos. Fue el poeta del amor por excelencia y no tuvo rival alguno entre los poetas de su época.

 

¿Qué aprovecha, Señor, andar buscando
hora el puerco montés cerdoso y fiero?,
¿qué aprovecha seguir ciervo ligero
ni con hierba crüel andar tirando?;

¿qué aprovecha, señor, ir remontando
la garza con halcón muy altanero?,
¿qué aprovecha, señor, tirar certero
allí una liebre, aquí un faisán matando?;

si va siempre tras vos vuestro cuidado,
si en el alma lleváis el pensamiento,
si estáis asido dél cuando más suelto,

si traéis el pensar tan regalado
que donde estáis más libre y más contento
a las presas andáis con él envuelto.

Gutiérres de Cetina

 

Nota: Es muy aconsejable la lectura de los «Ensayos selectos«, de José María González de Mendoza, acerca de Gutierrez de Cetina, y las distintas hipótesis sobre el suceso con Hernando de Nava.

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