Rafael Laffón Zambrano
Nació en Sevilla en el 1900. Su padre, José Manuel Laffón Fernández, fue un tiempo súbdito francés y, por cuestiones sociales y laborales, se nacionalizó español. Fue Director de la Casa de Socorro de Triana y murió en la flor de la vida. Su madre, Doña Victoria Zambrano, era una típica mujer de la clase media española de la época, religiosa y dedicada plenamente a su familia; decía Rafael de ella que era de una belleza inigualable.
La obra de Rafael Laffón no ha alcanzado ni la difusión ni el reconocimiento que por su importancia merece, a pesar de haber sido una de las figuras más importantes de la poesía sevillana durante cincuenta años. Tras su prehistoria poética perdida en boletines locales como Bética o Alma Máter, se inicia en los compases del modernismo con su obra Cráter (1921), obra juvenil de gran colorido con la que consiguió la Flor de Córdoba, que le da carta pública como poeta a través de las páginas de la revista literaria sevillana Mediodía (junto a Alejandro Collantes de Terán, Eduardo Llosent, Rafael Porlán o Romero Murube). Otras dos obras que publica antes de la guerra son: Signo más (1927) e Identidad (1934), donde ya se adscribe al grupo sevillano del 27. Después escribe Romances y madrigales (1944), de resonancias lorquianas, hasta llegar a su mejor obra, Vigilia del jazmín (1952), donde nos ofrece otra dimensión más honda y cordial, no exenta del colorismo y la musicalidad que caracteriza toda su creación.
En 1959 consigue el Premio Nacional de Literatura por su antología La rama ingrata, que ha sido traducida al francés, al italiano y al alemán; lo que le da a este poeta una resonancia universal. Si embargo, su fidelidad a su tierra natal y su voluntaria permanencia en ella toda su vida -porque en Sevilla encuentra su literatura las raíces más cordiales- lo alejaron de los centros editoriales en los que podría haber conseguido un importante renombre y promoción.
Tan importante como su obra poética es su obra en prosa, llena de lirismo, donde utilizaba los mismos motivos y cuidados que en su poesía. La Generación del 27 engendró grandes y reconocidos poetas, pero en el mundo de la prosa pocas figuras consolidadas aparecieron; es Laffón uno de los mejores prosistas de dicha generación, dejándonos obras de muy alta calidad literaria. La más conocida es Sevilla del buen recuerdo (1970), pero no podemos olvidar otras como Jardines de Sevilla (1921), Maternidad (1924), Ditirambos de las Cofradías (1926) o Discurso de las Cofradías de Sevilla (1941).
Modernista primero, tocado de ultraísmo durante la etapa de Mediodía y siempre interesado por la poesía popular, desde 1936 evolucionó hacia las formas tradicionales, cambio especialmente visible a partir de 1944, con dos temas dominantes: el religioso y la exaltación de Sevilla, ciudad que encontraría en él uno de sus fervorosos cantores. Así diría Manuel Ferrand de él: «Rafael Laffón es uno de los raros desveladores del alma y de la materia más noble de la ciudad».
Murió en la misma ciudad que lo vio nacer en el año 1975.
MEDIODÍA
Llega estremecida la onda limpia y clara,
de espuma somera que aún orla sus flancos.
Al fin -en las pozas calientes-, se para.
Y es la espuma risa de unos dientes blancos.
En prisión el agua cara al cielo queda,
muda y traspasada de la luz del cielo;
y en el seno inmóvil de su plata leda
la sal cuaja en ansias de un andante anhelo…
¡Qué andante el del agua! Nube, pluvia, fuente,
río, mar… ¡Qué anhelo ahora en el letargo!
¡Qué anhelo que pone cabe el agua riente
la sal como un poso de inquietud amargo!.
Rafael Laffón