GASTRONOMÍA

Tapear y comer, en los pueblos de Sevilla: Cantillana.

TABERNA BODEGA EL TROPEZÓN. Calle Álamo, 7.
BAR ANCAR BONI. Barriada Fuentezuela, 13. 
RESTAURANTE CAZADORES. Carretera de El Pedroso, 3. 
RESTAURANTE ASADOR LA CASA VIEJA. Calle San José, 19. 
  Mala   Aceptable   Buena   Muy Buena   Excelente

 

Cantillana, el corazón de la Vega del Guadalquivir, una villa cuyos orígenes se  remontan a la época de la piedra pulimentada, como lo demuestran los abundantes restos  arqueológicos aparecidos en la confluencia del Guadalquivir con el río Viar y en otros lugares del término.

En el emplazamiento actual de Cantillana, los romanos fundaron un importante núcleo poblacional que, según el historiador y arqueólogo inglés, Jeorge Bonsor, recibió el nombre de Naeva, con el que la menciona Plinio. La Naeva romana contaba con un importante puerto  fluvial  sobre el Guadalquivir y hay constancia de una asociación de barqueros naevenses. Son muchos los restos romanos  encontrados, estatuas, fustes, inscripciones, o los caños llamados La Fuente, al norte del pueblo. Durante el Bajo Imperio Romano parece que se varió su antiguo  nombre  de Naeva, dando el actual de Cantillana al añadirse la terminación ana al nombre de la familia romana Cantillus, una de las familias nobles importantes de la época. Con el nombre de Catiliana la menciona San Isidoro en las Etimologías.

De la Cantillana árabe solo queda los restos de una muralla que la cercaba que siendo de origen romano, los musulmanes aprovecharon y arreglaron  con muros de argamasa y ladrillos. En un torreón construido sobre los restos de esta muralla se encuentra hoy el reloj municipal, en el  lugar que ocupaba la puerta sur de la antigua alcazaba. Otro edificio singular, es la Iglesia de San Bartolomé, edificio de planta basilical donde se rinde culto a la Virgen de la Asunción.

Ya en época contemporánea y después de sufrir serios avatares que hicieron peligrar el núcleo poblacional, Cantillana se convirtió en el siglo XIX en paso obligado  para ir  a Extremadura y  a las minas de Almadén de la Plata, provocando esto un cierto florecimiento económico. Había épocas en que era incesante el paso de caballerías y apenas bastaban las ocho posadas que existían en el pueblo para albergar  a los numerosos viajeros. Contaba con unos 5000 habitantes y  una plaza  de cortas dimensiones,  en donde se celebraban espectáculos taurinos.

Una de las industrias que tuvo gran apogeo en el siglo XIX fue la de  la confección de flecos de mantones de Manila, existiendo tres talleres que se dedicaban a su fabricación. El transporte fluvial por el Guadalquivir era notable, pasando numerosos faluchos cargados de carbón  de las minas de Villanueva  e hierro de una  fabrica  existente  en el  Pedroso. El Ayuntamiento poseía dos barcas  para cruzar  el río.  Una estaba   en las  cercanías del pueblo  para facilitar el paso y transporte a Sevilla y la otra para el comercio con Carmona y Tocina.

Y eso hasta la llegada del tren, medio utilizado por Apoloybaco para descubrir las delicias gastronómicas de un municipio con encanto. Nuestra primera parada fue en la Taberna-Bodega el Tropezón, en el nº 7 de la calle Álamo, único lugar en Cantillana donde poder disfrutar de un excelente mosto, que originario de Umbrete, se conservan en 31 magníficos barriles bien cuidados por su propietario, D. Francisco Reina. Para acompañar el mosto, se exhiben unas magnificas chacinas ibéricas, unas gambas cocidas,  y también es posible, degustar, aunque bajo encargo previo un excelente conejo de campo.

Otro enclave gastronómico de Cantillana es el restaurante-asador, «La Casa Vieja». Situado en el nº 19 de la calle San José, está regentado por Dª Mª Asunción Quintana (una verdadera maestra en los fogones) y por D. Antonio Hidalgo.La «Casa Vieja» es un pequeño local con encanto donde lo mejor de si  mismo se encuentra en sus extraordinarias tapas y raciones. Las croquetas rellenas de gambas y una cola de toro sublime, fueron los productos probados insitu por Apoloybaco. No obstante en su carta, toda elaborada a mano de forma artesanal, está presente la carrillada ibérica, el menudo, los riñones de cerdo y también, por encargo el conejo de campo.

Otro magnifico restaurante de cuyas excelencias gastronómicas dimos cuenta, fue en «Casa Navarrete» en la Avenida del Guadalquivir nº 5. Inaugurado en 1976, su propietario, D. Juan Navarrete Torres, ha conseguido con la reforma de su local, denominado antiguamente con el nombre de la calle, que sea parada obligatoria donde degustar, sin duda, uno de los mejores riñones a la plancha, no solo de Cantillana, sino de toda la provincia de Sevilla.

En su elegante comedor y amplísima barra es posible degustar, además de su especialidad ya citada, unas magnificas carnes ibéricas, donde destaca la calidad de su solomillo, y unas piernas de cordero al horno que harán las delicias de cualquier sibarita.También para los amantes del pescado, se sirven una fresquísimas doradas a la brasa, el bacalao a la huerta o al pil-pil y de postre unos dulces caseros donde destaca un excelente tiramisú y la tarta de avellana.En el restaurante de Casa Navarrete, es posible celebrar y concertar comidas de empresa y reuniones familiares con una relación calidad-precio excelente y con una variedad de menús que se ajuste a cualquier bolsillo. Es muy destacable igualmente su variada carta de vinos de casi todas las Denominaciones de Origen.

Finalizamos la visita gastronómica a Cantillana, visitando el bar «La Casineta» uno de los lugares con más tradición culinaria de Cantillana – ya existía en otro emplazamiento desde hace más de un siglo- y que al mismo tiempo conserva todo el sabor de los pueblos sevillanos. Atendido amablemente por su actual propietario, D. José Virola Sánchez, en «La Casineta» pudimos comprobar la extensísima variedad de tapas típicamente sevillanas que hacen las delicias de su clientela. Desde que entras en el «Bar La Casineta» todo lo encuentras muy familiar, muy con sabor a pueblo. Una amplísima barra te da la bienvenida, y un par de mesas adosadas a un amplio ventanal, te invita a sentarte para ver como transcurre la vida cotidiana de Cantillana, cosa que es posible dada su privilegiada situación en una de las esquinas de la Plaza de Ntª Sª de la Soledad. Y a ese ambiente familiar ayuda su clientela, formada por habituales parroquianos que acuden diariamente a «La Casineta», en busca de sus magnificas tapas caseras.

La variedad y calidad de sus tapas es extensísima y hay que destacar entre ellas, aquellas que Apoloybaco degustó con verdadero placer: Probamos su magnifico «filetito en salsa», su extraordinaria lengua con tomate, y unos riñones al jerez espectaculares.Esta última tapa, es sin duda la estrella de su cocina, y sus clientes vienen expresamente desde otras localidades cercanas a degustarlas. Salimos de Cantillana maravillados de su cocina, de la calidad y variedad de su gastronomía y sobre todo de la amabilidad y hospitalidad de su gente.

 

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