Podemos decir que los vinos están estrechamente ligados a la arquitectura desde el principio de estas dos actividades humanas; la arquitectura nació en la prehistoria, durante la etapa del neolítico y el vino, según los retos arqueológicos hallados hasta el momento, comenzó a elaborarse hace unos 6.000 años, es decir, lo que para Europa y Asia, también era la etapa neolítica.
La arquitectura es el arte y la técnica de proyectar, diseñar y construir y según Vitruvio, que fue arquitecto, ingeniero, y tratadista romano del siglo I a.c., la arquitectura descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas).
Así pues, las primeras construcciones arquitectónicamente hablando ligadas a los vinos fueron los lagares rupestres, las pilas y lagaretas. Los lagares rupestres son estructuras talladas en grandes rocas por el ser humano. Por lo general, son muy simples, relacionadas con las formas más arcaicas de elaboración del vino. Sus orígenes se encuentran en Oriente Próximo (Palestina, Siria, Armenia, Turquía). Y posteriormente se utilizaron estas estructuras en diversos lugares de la Península Ibérica, muy posiblemente, está técnica constructiva sería importada por los fenicios. Nuestra geografía de norte a sur y de este a oeste cuenta con restos, en algunos casos, bien conservados de lagares rupestres, «las piedras que hacen vino».
Sin duda son la historia impresa en piedra que nos habla de los orígenes del cultivo y de la elaboración de vino en la cuenca del Mediterráneo. Un lagar rupestre es, por tanto, una construcción a modo de bañera o una base de prensa esculpida en afloramientos de piedra, que servía no sólo para la elaboración de vino, sino también para otros productos como el aceite. Los lagares o lagaretas suelen estar compuestos por una base principal o pila mayor -de forma rectangular o circular- que sirve para la recepción y pisado de la uva. En un lateral de la pila se encuentra el bocín, un agujero por donde pasa el líquido (mosto) desde el recipiente principal hasta el pilón y de aquí posteriormente, se traslada a otros recipientes para su fermentación alcohólica.
Foto: Lagar Rupestre Las Pilillas. (Requena)
En la Península Ibérica aún son numerosos los puntos en los que se pueden encontrar lagares rupestres, que forman parte de la cultura, de la historia vinícola y del patrimonio de muchos pueblos. Los más de mil lagares, de los que los expertos tienen constancia actualmente a lo largo de Portugal y España, se encuentran en zonas donde la altitud, orografía y clima son propicios para el cultivo de la vid. Muchos de ellos están situados en los actuales lindes de viñas. La mayoría de ellos datan de más de dos mil años de antigüedad, de la Edad de Hierro y la Época Romana, llegando el uso de alguno de ellos hasta épocas recientes. Los más primigenios datarían de finales de la Edad de Bronce.
De estas estructuras de construcción o intervención por parte del hombre, sencillas y simples, como son los lagares rupestres, la arquitectura vitivinícola evolucionará hacia la edificación de Bodegas, ciertamente con unas características muy rudimentarias, pero son ya auténticos centros de elaboración y producción de vino, y dentro de ellas se incluirán, por supuesto, los lagares, así como todo el proceso para la vinificación de la uva.
De este tipo de bodegas, la más antigua hasta ahora se encuentra en el sur de Armenia. Un grupo de arqueólogos (armenios, estadounidenses e irlandeses) ha descubierto, mediante uso de técnicas bioquímicas, una bodega de almacenamiento y producción de vino en una cueva de las montañas del sur de Armenia.
«Es la primera vez que tenemos una imagen arqueológica completa de una producción de vino de 6.100 años de antigüedad», señala Gregory Areshian, responsable de las excavaciones y director adjunto del Instituto de Arqueología Cotsen de la Universidad de California en Los Ángeles. «Se trata de la unidad de producción de vino más antigua que se haya descubierto hasta el momento, con su prensa, sus cubas de fermentación y sus vasijas para el almacenamiento», indica a su vez Hans Barnard, principal autor de un artículo sobre el estudio, publicado en el mes de enero de 2011 en la revista científica el Journal of Archaeological Science.
Toda la cuenca mediterránea ofrece muchos ejemplos de este tipo de «bodega antigua», lo que viene a demostrar que el vino fue un producto que durante la antigüedad se extendió entre los pueblos que habitaban la entonces conocida como la «ecúmene». Quizás uno de los ejemplos mas paradigmáticos de la vinculación de la arquitectura con el vino, lo podemos ver en la lujosa bodega imperial romana hallada en la villa de los Quintilii en Roma, datada entre los siglos II y III d.c.
Foto: Bodega de la villa de los Quintilii. Roma
Los autores de este hallazgo explican que la arquitectura y el esquema decorativo de esta instalación son muy inusuales en los espacios dedicados a la producción de vino en la antigüedad. Los trabajos arqueológicos en la Villa de los Quintilii han documentado una zona para pisar las uvas revestida de mármol rojo —material muy resbaladizo cuando se moja, por lo que su uso habla de un lujo extremo—, dos prensas mecánicas y un intrincado sistema de distribución que conducía el vino a través de estrechos canales de mármol blanco por el suelo hasta tres fuentes, colocadas en nichos semicirculares abiertos en la pared de un patio —otras dos fuentes vertían agua que se reciclaba a través de un canal subterráneo—. También se han documentado 16 dolia o vasijas de grandes dimensiones enterradas bajo tierra para que el líquido se conservase fresco. Alrededor de esta zona se han identificado tres estancias ricamente decoradas, probablemente donde se celebraban banquetes y desde donde se observaba el proceso. productivo.
En la ciudad de Yavne, al sur de Tel Aviv, se descubrió también un enorme complejo de lagares de 1.500 años de antigüedad capaz de producir unos dos millones de litros de vino al año. La planta incluye cinco lagares, almacenes para envejecer y embotellar el vino, y hornos para cocer las ánforas de arcilla en las que se almacenaba el vino.
Foto: Restos arqueológicos: Bodega Bizantina en Yavne (Israel)
El yacimiento se ha datado en la época bizantina, en torno a los siglos IV y V de nuestra era, y es el mayor complejo de este tipo que se conoce de ese periodo. Entre los lagares había cuatro grandes almacenes que servían para envejecer el vino en ánforas alargadas conocidas como “tinajas de Gaza”, que se fabricaban en el lugar en grandes hornos.
La arquitectura siguió avanzando e incorporando nuevos elementos constructivos, de los que la producción de vino se vio favorecida, al contar con instalaciones mas adecuadas y funcionales para la elaboración de los mismos.
Producción que por otro lado, paso a ser en la Edad Media europea y del próximo oriente, una actividad principalmente monacal. Sin duda el mundo de los vinos tiene una gran deuda con el nacimiento y expansión por toda Europa de la actividad monástica, iniciada en el Monasterio de Montecasino (Italia) por San Benito de Nursia, primer monasterio origen de la Orden Benedictina, allá por el año 529. En Montecasino escribió la Regla de San Benito, la cual se convirtió en el principio fundador para la práctica monástica en Occidente. Una práctica que se expresa con la alabanza a Dios y el trabajo manual diario, «Ora et Labora». Así todo monasterio contaba con sus viñedos y con su bodega, en una de ellas vio la luz uno de los mejores vinos del Mundo; el Champagne. En la Abadía de Hautvillers, el monje Pierre Perignon descubrió el método champanoise.
Así pues la construcción de monasterios, abadías y prioratos en los distintos estilos arquitectónicos de sus correspondientes épocas – Románico, gótico, renacentista, fundamentalmente – incorporaban en su interior las instalaciones necesarias para la elaboración y crianza de vinos, es decir sus correspondientes bodegas, muchas de ellas subterráneas con el objetivo de mantener en su interior unas condiciones de humedad y temperatura constantes, como la de la foto en el monasterio de San Juan de la Peña.
Foto: Restos arqueológicos de la bodega en el monasterio de San Juan de la Peña
La península Ibérica, sobre todo en su ruta jacobea, está jalonada de diferentes monasterios y abadías, donde el cuidado de sus viñas y la elaboración del vino era una actividad muy recurrente, es mas, gracias a la misma podemos decir, que España recupero su tradición vitivinícola, perdida en muchos puntos de su geografía, ya que los musulmanes tenia prohibido el consumo de alcohol, y por consiguiente los viñedos y sobre todo la elaboración de vino se redujo a cotas mínimas.
Monasterios como La cartuja de Scala Dei situado en la comarca de El Priorato (Tarragona). Fundada en el siglo XII, se considera que fue la primera cartuja de la península ibérica. La cartuja fue fundamental en el origen del cultivo de la vid en la región que actualmente conforma la «Denominación de Origen Calificada Priorato». La cartuja cuenta todavía con una bodega.
Foto: Recreación Bodega Monasterio de Piedra
Otro monasterio, en este caso perteneciente a la Orden del Cister; Monasterio de Piedra, situado en Zaragoza. La distribución del monasterio es similar a la de otros monasterios Cistercienses: al norte, la iglesia, y su galería de claustro: la panda del mandatum; al oeste las bodegas y cilleros, la panda del trabajo; al sur la cocina, el refectorio y el calefactorio, con la panda del servicio; y al este la sala capitular, la panda del capítulo. Esta distribución construida aprovechaba al máximo la luz solar.
O el Monasterio de Santa María de Retuerta, donde residieron los monjes de la orden de San Norberto. Esta fue una de las bodegas pioneras en España en plantar las primeras variedades francesas traídas desde Borgoña por el segundo abad. Hoy, es considerada pionera en Europa por haber diseñado y patentado el método ecológico de vinificación por gravedad. Los monjes, fueron sin duda unos grandes viticultores y «enólogos» El vino tuvo mucha importancia en la economía de la vida de los monjes y en su cultura. Y por supuesto en su entorno territorial, la vid siempre ha sido y es un cultivo social, que entre otras cosas fija a las poblaciones en sus territorios. La vid y el vino que sale de sus bodegas son una fuente de riqueza, y es que este sector mueve más de 300.000 millones de dólares estadounidenses cada año, calculo hecho para el año 2020.
Ciertamente las bodegas es el nexo de unión mas firme entre los vinos y la arquitectura. Todas las zonas vitivinícolas del planeta están plagadas a su vez de bodegas. En la actualidad las dos franjas vinícolas del planeta se sitúan geográficamente entre las latitudes 50 y 30 grados norte sobre la línea ecuatorial y entre los 30 y 50 grados sur por debajo de la línea ecuatorial. La franja norte comprende países Asiáticos, Europeos, Norte de África y América del Norte. En la zona Sur la franja pasa por Australia, Sudáfrica y América del Sur. Lo que principalmente caracteriza estas zonas geográficas son las condiciones climáticas y como afectan a los viñedos. Los elementos climáticos más importantes para la viticultura son las temperaturas, las precipitaciones, la humedad de la zona y el viento.
Foto Composición: Bodega Milestii Mici
Así en estas franjas vinícolas del globo terráqueo se encuentran ubicadas esas construcciones arquitectónicas que son las bodegas, de formatos y magnitudes diferentes según la Región o el País donde se encuentren, pero con un objetivo común; la elaboración y crianza de los vinos. Tanto si son grandes bodegas como la Bodega Milestii Mici Situada a 30 kilómetros de Chisinau ( Moldavia ), incluida desde 2005 en el libro Guinness de los Récords por ser la bodega más grande del mundo. La longitud total de las galerías es de 200 km, de los cuales aprox. 55 km se utilizan con fines tecnológicos. El espesor de la capa de tierra, hasta la superficie, varía desde los 30 a 85 m. Las galerías de piedra caliza se pueden recorrer tanto a pie como en transporte subterráneo, entre los callejones alumbrados por faroles, con nombres de » Cabernet, Aligote, Fetească «, que nos hacen imaginar que estamos en una verdadera ciudad vinícola subterránea.
Como por el contrario bodegas pequeñas. Para ostentar este título, existen varias candidatas, pero nosotros nos hemos decidido por la bodega mas pequeña del Mundo, en este caso dedicada principalmente a los vinos generosos que es la Bodega Santa Petronila situada en Jerez de la Frontera (Cádiz). La noruega Brita Hektoen, con su marido Agustín Benjumeda, se embarcó a principios de este siglo en la aventura de un proyecto enoturístico al comprar una casa de viña abandonada en Jerez, de nombre Santa Petronila. Respetando la estructura original, convirtieron esta adorable casa en un alojamiento rural y una bodega.
Foto: Interior Bodega Santa Petronila
Esta rehabilitación llevó a Santa Petronila a convertirse en «la bodega del jerez más pequeña del mundo», con unas 45 botas en las que crían blancos y jereces de la casa, con uvas recolectadas en su propio viñedo. Un proyecto que iniciaron en 2006. Santa Petronila, la Bodega de Jerez más Pequeña del Mundo, una entrañable explotación vitícola de 1737.
En nuestro País existen actualmente unas 4.200 bodegas, censadas en el año 2022 y distribuidas por toda la geografía española. Bodegas que abarcan todo tipo de formas, tamaños, antigüedad y de estilos arquitectónicos. Bodegas desde el siglo XVI hasta nuestros días, algunas no sólo han perdurado en el tiempo, sino que además se han ido adaptando a las diferentes épocas que han transitado.
Foto: Bodega «Modernista» Codorníu
En este sentido las dos bodegas mas antiguas de nuestro País son las Bodegas Codorníu en el Penedés catalán y la Bodega Góngora en Villanueva del Ariscal (Sevilla). La primera data del año 1551 y en el año 1915 inauguraron una adaptación – ampliación de la misma, una auténtica joya arquitectónica, proyectada por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch, convirtiéndose en una de las mas emblemáticas de la arquitectura Modernista catalana. Por eso, fue declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1976. Estos edificios, obra de arquitectos como Cèsar Martinell (1888-1973), discípulo de Gaudí, Josep Puig i Cadafalch (1867-1956) o Pere Domènech i Roura (1881-1962), hijo de Domènech i Montaner, se han convertido con el tiempo en monumentos emblemáticos para las poblaciones que los acogen.
El ladrillo visto, la piedra, el enfoscado y la cerámica se conjugan para conseguir una estética característica y unas formas impactantes. Grandes arcadas de inspiración clásica, mucha luz en los interiores y todos los detalles tecnológicos de la época aplicados a la elaboración de vinos, son el resto de elementos que caracterizan estos templos vinícolas.
Foto: Bodega «Modernista» Celler Adernats
Las bodegas modernistas proliferaron en una coyuntura del sector agrícola marcada por la aparición de las cooperativas. El siglo XIX había acabado con la llegada de la filoxera, fue la época en la que el cooperativismo nació como alternativa para salir de aquella situación a través de la unión entre los campesinos. El éxito de la fórmula y las aportaciones personales de muchos agricultores, tanto en dinero como en jornales en la obra, hicieron posibles los edificios de las bodegas cooperativas, entre los que se encuentra la mayor parte de estos templos del vino, construidas mayoritariamente entre 1915 y 1930.
Y la segunda bodega mas antigua de nuestro País como comentábamos antes se encuentra en Villanueva del Ariscal, un pueblo del Aljarafe sevillano; La Bodega Góngora, fue fundada en 1682 cuando Don José de Góngora y Arando adquirió la antigua Hacienda de San Rafael, que pasó a llamarse Hacienda «Pata Hierro». Su trazado y arquitectura, una antigua hacienda o cortijo andaluz y que anteriormente cumplía todos los cánones de una típica alquería árabe,
En definitiva, estructuras enoarquitectónicas, pensadas y diseñadas para obtener y en su caso criar y almacenar los diferentes tipos de vinos.